Días especiales

Hoy me he acordado de las tazas grandes de desayunar, de esas que tienen un asa grande donde te caben hasta cuatro dedos excepto el pulgar, donde se pueden beber grandes cantidades de leche, o de café con leche, a veces con algo de cola-cao, como en el starbucks, sólo que aquí, con una buena catidad de tosta-ricas hasta saciarte y con algo de fresas o de melón, y no con muffins y cinnamon strudels.

Y también me he acordado de las palomitas, miles de palomitas para cenar, pero de las que se hacen en la sartén, que están buenísimas, y no las de microondas que te dejan la boca llena de manteca de esa que usan en lugar de aceite y que hasta te enmascara el sabor de la coca-cola.

Y del último trago de vino, a veces acompañado de chocolate negro, en las noches especiales, siempre en copa y a su temperatura, sólo los que nos gustan, los mejores, hasta empezar a notar los primero efectos del alcohol que aprovechábamos para besarnos y olvidarnos de todo, hasta de nosotros mismos, entre nubes de incienso y velas de colores.

El vino ahora ya no huele igual.

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